DEL AMOR ALTANERO AL AMOR CANIBAL
por Miguel Garci-Gomez
Chorro de venas verdes
le brota de la garganta.
Su sexo tiembla enredado
como un pájaro entre zarzas.
GARCIA LORCA
LA GRAN ALEGORIA VENATORIA.
La gran alegoría venatoria (1)
es la figura más ambiciosa de la a Celestina. Alegoría
cuyo seso, en la multitud de sus metáforas individuales, es sexo.
Las múltiples metáforas venatorias se suceden entretejidas
de una amplia gama de motivos que a la vez que se refieren al mundo de
la actividad cinegética, le evocan al lector, a cada uno en su manera,
la ansiedad de la búsqueda, la persecución, la conquista,
la captura amorosa. La mayor virtud del genio artístico radica en
saber salpicar su obra de pequeños espacios vacíos que la
fantasía del lector pueda rellenar. El arte de Rojas era de veras
de un genio superior. Para poder apreciar en su amplia dimensión
esta alegoría, he agrupado los innumerables términos que
la definen relacionados en varios grupos semánticos. Como remate
y coronación de la búsqueda y captura de la presa se añade
a la imaginería cinegética, como su remate y coronación
el grupo semántico, la preparación culinaria, para concluir
con el banquete.
Si el amor cortés se sostenía
en el viejo esquema convencional del servicio del hombre a la mujer, de
la mujer al hombre, el amor altanero se nutriría con una rica imaginería
venatoria, en un ambiente universal de tensión, contienda, conflicto,
y con sus elementos constituyentes de búsqueda, persecución,
captura, muerte e ingestión de la presa. El amante literario, siempre
en un plano que trasciende la realidad, se distingue por saber proyectar
sobre su amada aquellas cualidades y virtudes que él más
desea, que él estima más valiosas; de esa manera la deseada
unión se hace más enriquecedora, más íntima
y gozosa. El Calisto del Antiguo Auctor, amante cortesano, todo él
zurcido de retazos de literatura religiosa, proyectaba sobre Melibea la
belleza suma, atributo de Dios, para lograr una unión semejante
a la beatífica. La esencialidad del amor es la unión, la
incorporación, la asimilación mutua de los amantes. En el
amor cortés del Antiguo Auctor, la amada, endiosada, era incorporada
por los ojos, como Dios lo es en la visión beatífica y en
la contemplación mística:
-
CALISTO.-- En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.
En el amor altanero de Rojas, amor caníbal,
(2) la amada, hecha presa, de irresistible carne tierna,
apetitosa, es incorparada por la boca, la ingestión:
-
CAL.-- Señora, el que quiere comer
el aue, quita primero las plumas (3) (XIX,
181).
La visión de la grandeza de Dios fue el galardón
del seruicio que por algún
tiempo llevaba ofreciendo el Calisto del Antiguo Auctor a Dios. La caza
y la ingestión del ave sería el remedio al fuerte dolor de
muela, la ansiedad que venía atormentando al Calisto de Rojas durante
más de ocho días. En esas dos escenas amorosas, la del comienzo
y la del desenlace, como en los fenómenos que las precedieron, vemos
cómo se contraponen, muy gráficamente, la retórica
del amor reverencial, amor de un devoto a su diosa inaccesible, que mira
y adora, y el lenguaje crudo del amor como apetito carnal, apetito de la
carne y apetito de carne, el amor que un ave de rapiña siente por
la presa capturada. (4)
Rojas comprendió muy bien que la
extremada divinización de Melibea no podía tender a otro
resultado que la impotencia --inmérito--
de Calisto y la consecuente frustración de su amada.
(5)
Por eso que poco a poco iría rescatando
a su protagonista de las abstracciones provenzales y los pasatiempos palaciegos
de reprimidas damas y galanes elegantes, para exponerlo al realismo del
bardo y el pueblo castellano, lanzándolo al campo de batalla de
las pasiones desordenadas.
El Antiguo Auctor había hecho sólo
una fugaz alusión a la cetrería, cuando Sempronio mencionó
al gerifalte que Sempronio enderezó en la percha (I, 34); y ahí
empezó y terminó su alusión al mundo de la caza. Rojas,
ya en el mismo comienzo de su continuación introdujo la gran metáfora
de la altanería en aquel neblí perdido que condujo a Calisto
a la presencia de Melibea, poniendo en marcha con ello toda la acción
dramática:
-
Señor, porque perderse el otro día
el neblí fue causa de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar,
la entrada causa de la ver e hablar, la habla engendró amor, el
amor parió tu pena, la pena causará perder tu cuerpo e alma
e hazienda (II, 121).
Para el Antiguo Auctor las obras
pías habían transportado a Calisto a la visión
divina de los gloriosos sanctos,
en una ecuación amor-beatificación. Rojas, que en el primer
acto de su continuación introdujo al neblí como guía
de Calisto, daría en el siguiente un paso más hacia la ecuación
amor-muerte, mediante las ecuaciones alegóricas Calisto-ave rapaz,
amor-cetrería, señuelo -mujer; por fin el Interpolador expresaría
sin reparos ni remilgos la conclusión de la contienda en la ecuación
comida-muerte. Ya en los umbrales del drama Celestina caracterizó
al joven protagonista como uno de esos
-
nouicios, que contra cualquiera señuelo
buelan sin deliberación, sin pensar el daño,
que el ceuo de su desseo
trae mezclado en su exercicio e negociación para sus personas e
siruientes (III, 128).
El neblí, perdido, guió cetrera y certeramente a Calisto
hasta Melibea. El amante cortesano se volvería progresivamente amante
altanero en el sentido pleno de la palabra. El Calisto de la primera escena
se había dejado guiar por su seruicio;
con la retórica sublimada de su alma cortesana no sólo superó
Calisto a todos amantes que le precedieron, sino que dejó a la misma
Melibea estupefacta sobre el alcance y la intención --intento--
de tan fervorosas palabras. El Calisto del Antiguo Auctor fue engendrado
con vocación servicial y reverencial; el de Rojas nacería
con vocación narcisista. La retórica del amor servicial comenzó
a evaporarse bajo el simbolismo del neblí perdido, ave donosa y
cruel, ave indiferente a los sentimientos de los humanos, ave de las de
rapiña, a las que junto con los felinos consideraba Freud como máximos
símbolos del amor narcisista. Calisto se iría contagiando
progresivamente del lenguaje venatorio de los personajes que le rodeaban,
(6) y de tal manera, que al final el caballero no sólo
dejaría chiquitos a todos sus sirvientes y criados con la crudeza
de la citada frase --comer el ave--,
sino que dejó a la misma Melibea un tanto estupefacta, en esta ocasión
ante el apetito de su amante:
-
MELIB.__ ¿Señor mio, quieres
que mande a Lucrecia traer alguna colación? (XIX, 182).
El amante Calisto, con aquella frase corolario
con que culminaba en el huerto la alegoría venatoria, se desenmascaró
hasta descubrirnos su verdadera naturaleza. El Interpolador, autor de este
pasaje, nos demostraba la manera magistral con que supo captar la alegoría
cetrera de Rojas. No sólo fue él quien logró cerrarla
magistralmente con este broche de oro, fue también él quien
la abrió en el PROLOGO y la puso de relieve en un pasaje entre sugestivo
y vistoso:
-
Hasta los grosseros
milanos insultan dentro en nuestras moradas los domésticos pollos
e debaxo las alas de sus madres los vienen a caçar" (PROLOGO 21-22).
Rojas y el Interpolador volaban en alas de
una misma fantasía. El neblí se perdió en la huerta
de Melibea, para ceder el paso a Calisto, pájaro de cuenta, que
ansiaba la carne de su amada. Como reminiscencias de los destrozos del
neblí que se perdió, nos queda a lo largo de la obra la gran
alegoría venatoria, en la que se sostiene un gran tinglado de actividades
afines con su correspondiente terminología lingÜística.
En los varios subgrupos semánticos podrá apreciarse la gran
riqueza de recursos de que disponían los dos continuadores del AUTO.
En los diversos subgrupos apreciará el lector la abundancia de vocablos
relacionados con la zootecnia, particularmente la captura de animales,
que son exclusivos o casi exclusivos de los actos II-XXI. A veces se notará
que en una cita textual determinada he destacado términos que, aunque
no pertenecen en estricta propiedad al apartado individual, guardan con
el grupo global una singular afinidad y valen para integrar y reforzar
la gran metáfora de la caza y la captura; valen últimamente
para darnos a conocer qué tipo de imágenes hacían
vibrar la vena artística de los autores.
AGRESIVIDAD
Agresividad.
En la ideología cortés el caballero había de controlar,
dominar sus instintos de fiereza y encauzar sus hazañas guerreras
en servicio de su dama. En la estética del amor altanero, por el
contrario, parecen desbordarse, saliéndose de madre, los impulsos
primarios de sexualidad y agresividad. Se preguntaba Freud, admirado, por
qué los psicoanalistas habrían tardado tanto tiempo en reconocer
la existencia de una pulsión agresiva (Laplanche, 13). Lo que había
tardado tanto en hacer entrada en la ciencia, había sido ya ampliamente
explotado en la literatura por los autores de La
Celestina. La naturaleza toda se presenta como una especie de caos,
como señala gráficamente el autor del PROLOGO, en el que
chocan desbocados los instintos primarios del sexo, bullentes todos ellos
sobre su substrato pulsional de agresividad y muerte:
-
La bíuora, reptilia o serpiente enconada,
al tiempo del concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça
del macho y el con el gran dulçor apriétale tanto que le
mata e, quedando preñada, el primer hijo rompe las yjares de la
madre, por do todos salen y ¿Qué mayor lid, qué mayor
conquista ni guerra que engendrar en su cuerpo quien coma sus entrañas?
(20).
En la cría de la víbora que
rompe al nacer los ijares de la madre se representa lo que los psicoanalistas
llaman esos impulsos primarios de agresividad infantil que se dirigen principalmente
contra los padres, y sobre todo contra la madre, esa madre que engendra
en su cuerpo quien un día destruirá sus entrañas (Jones,
I, 211). En la fantasía del amor de Rojas Calisto seguiría
siendo víctima de un complejo de inferioridad, seguiría creyéndose
tan inmérito como el Calisto del Antiguo Auctor, y como éste
se creería incapaz de hacer frente a los sentimientos de culpabilidad
y los impulsos de agresividad; eran esos impulsos los que le inducirían
a depender de seres más fuertes que le defendieran de sus tendencias
masoquistas de autodestrucción (Jones, I, 305). Recuérdese
cómo desde un principio se nos mostraba Calisto acariciando la idea
del suicidio:
-
¡O piedad de silencio, inspira en el
Plebérico coraçón, porque sin esperança de
salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo
e de la desdichada Tisbe! (I, 36).
En los continuadores --reflejándose
primero en los criados para contaminar después al protagonista--,
se agudiza ese instinto de muerte que se va progresivamente modelando como
pulsión agresiva, encauzada hacia el mundo exterior, en busca de
un objeto, el objeto del impulso erótico, con finalidad de destruirlo.
El lenguaje de los continuadores, en agudo contraste con el del Antiguo
Auctor, está lleno de términos de violencia, de contienda,
todos ellos portadores de una intensa carga de agresividad, de ansiedad,
de agitación, de riesgo: acuchillar,
azotado, azote, aduerso, aduersario, aduersidad, alevoso, alteración,
alterar, amenaza, amenazar, apalear, apuñear, aquejar, argÜir,
batalla, bofetada, combate, combatir, cuchillada, cuestión, debate,
denostar, desconcertar, desconcierto, despedazar, destrozar, enojar, estiércol,
harpar (el gesto), ira, maldecir (etc.), ofender, ofensa, ofendedor, pelón,
querella, querellar, questioncilla, renzilla, reñir, rixoso, tahur,
vellaco, vengador, venganza, vengar, vituperador, vituperio, zahareño.
En un total de 193 casos de términos de violencia, sólo se
encuentran tres en el AUTO.
Este vocabulario de los continuadores
es un reflejo de su visión del mundo y de cómo concebían
y conceptuaban ellos las relaciones sociales entre los personajes del drama,
relaciones que se desarrollaban en un marco global más que de servicial
dependencia, de irreconciliable pendencia, de violencia, agresión,
venganza, insultos. El Interpolador se dio perfectamente cuenta del ambiente
de tensión y malentendidos entre los personajes que creó
Rojas, lo que le llevó a formular la ambiciosa enunciación
al comienzo mismo del PROLOGO:
-
Todas las cosas ser criadas a manera de contienda
o batalla. (7)
ANIMALES DE CAZA.
Animales
de caza. En el AUTO no están ausentes del todo los animales
en contexto de alusión sexual. En su alusión se nos mostraba
el Antiguo Auctor bastante obsesionado por la sexualidad contra
naturam, el ayuntamiento con ángeles y la bestialidad.
(8)
Los continuadores, por otra parte, se
olvidan por completo de este desorden de sexualidad animal, para dar relieve
a animales relacionados con las actividades de caza, captura y muerte.
En honor al neblí, en deferencia a su instinto primario de caza
y destrucción, dan lugar prominente a las aves, cazadoras o cazadas.
(9)
Se destacan las aves de rapiña
(neblí), de carroña
(cuervo), mal agÜero (ave
negra, tordo), o mitológicas (harpías)
y de magia negra (morciélago,
drago, cabrón), sin que falten las aves, animales o reptiles
de gran simbolismo fálico (cigÜeña,
raposa --compárese con zorra--), y sobre todo serpientes,
como aquellas que le comían el corazón a Melibea;
(10) añádanse en este grupo galgo,
guzque, pelicano, picaças, monteses puercos, loba.
ave negra, aves nocturnas, cuervo:
Ni perro me ha ladrado ni aue negra he visto, tordo ni cueruo
ni otras noturnas (IV, 158).
galgo:
con ese galgo no tomarás, si yo puedo, más
liebres (XII, 101).
guzque:
los guzques labradores a los pobres peregrinos aquexabn
con mayor ímpetu (XII, 103)
neblí:
perderse el otro día el neblí fue causa
de tu entrada en la huerta de Melibea a le buscar (I, 121).
pelicano:
El pelicano rompe el pecho por dar a sus hijos a comer
de sus entrañas (IV, 176).
puercos monteses, sabuesos:
Aquella cara, señor, que suelen ... mostrar ...
los monteses puercos contra los sabuesos, que mucho los aquexan (VI, 206)
raposa:
avnque muda el pelo la raposa, su natural no despoja
(XII, 94).
si sabe mucho la raposa, más el que la toma (XIX,
176).
serpiente:
hecho serpiente, que huye la boz del encantador? (VI,210
Madre mia, que comen este coraçón serpientes
dentro de mi cuerpo (X, 52).
ARMAS
Armas.
En la alegoría venatoria no podían faltar las armas como
instrumentos de la captura de la presa y de su muerte, fin al que tiende
la pulsión agresiva: (11)
-
Estas son sus armas. Con éstas mata
e vence, con éstas me catiuó, con estas me tiene ligado e
puesto en dura cadena. (VI, 228).
"Odiamos al azor," había dicho Ovidio,
"porque siempre vive en armas" (Ars
2, 147). Explican los psicoanalistas que los instrumentos de guerra, las
armas, en su gran variedad, son símbolos primariamente del miembro
viril, como la herida o llaga lo es de la apertura genital de la hembra.
Así lo creía Freud, (12)
y no es que él lo hubiera inventado. Así lo había
creído Fernando de Rojas ya en el primer acto de su continuación
introduce la flecha y
la llaga, inseparables
del agua que rocía
y alivia su dolor:
(13)
-
Si tú sintiesses mi dolor, con otra
agua rociarías aquella ardiente llaga, que la cruel frecha de Cupido
me ha causado (II, 122).
Las letras obscenas de erotología
clásica hablan del pene como sable, puñal, machete, martillo,
etc.
No todos los términos que denominan
algún tipo de arma están cargados de tensión sexual,
pero todos los ejemplos contribuyen a sotener el andamio celestinesco de
la violencia, el sexo y la muerte: la frecha
(como las de Cupido) que hiere (VI, 213), las saetas
que echan los ojos de la amada (VI, 221). El Antiguo Auctor --más
cortés-- debía sentir una casi total repugnancia por toda
clase de armamento; sólo se dan en el AUTO dos referencias --frente
a 10 en el resto--, pero las dos relacionadas con el pecado: una a la mujer, arma
del diablo (49), y otra en el conocidísimo pasaje del ximio
y cuchillo del abuelo
de Calisto, referencia, según Menéndez Pelayo, a "alguna
monstruosa y nefaria historia" (Cejador, nota):
-
SEM.__ Lo de tu abuela con el ximio, ¿hablilla
fue? Testigo es el cuchillo
de tu abuelo (46).
(14)
Como los instintos del neblí, las
fantasías del amor de Rojas y del Interpolador emanaban de los impulsos
y la vehemencia de sus personajes, dotados por los autores de una febril
angustia sexual. El vuelo rápido, el tino certero e irracional del
neblí se expresa en las saetas
o las frechas (que hieren retorciendo
el cuerpo, VI,214) y en el tiro a
tiento. En otros vocablos se expresa la eficacia de las garras que
atrapan y sujetan a la presa, como el
lazo, la pegajosa liga, la telaraña y sobre todo, las
redes: (15)
arco:
-
vn arco para andarte de casa en casa tirando a páxaros (V, 197).
-
Ciego te pintan, pobre e moço. Pónente
vn arco en la mano, con que tiras a tiento (XXI, 211).
-
Que no ay mejor alcahuete para ellas que vn arco, que se puede entrar cada
vno hecho moxtrenco (V, 197).
flecha:
-
la ardiente llaga, que la cruel frecha de Cupido me ha causado (II, 122).
-
toros ... contra los que lançan las
agudas frechas en el coso (VI, 206).
-
herida de aquella dorada frecha, que del
sonido de tu nombre le tocó, retorciendo el cuerpo, las manos enclauijadas
(VI, 214).
lazo:
-
¡Ay cuytada de mí! ¡En qué lazo me he metido!
(IV, 154).
-
que yo le haré armar vn lazo con que
Melibea llore quanto agora goza (XV, 141).
liga:
-
liga en que se trauan los hombres (XVII, 155).
redes:
-
¿Cómo me mandas quedar en ti, conosciendo tus falacias, tus
lazos, tus cadenas e redes, con que pescas nuestras flacas voluntades?
(XXI, 209).
-
la hago escriuir en mi registro, para saber
quantas se me salen de la red (III, 133).
-
Darnos a lugar a tender las redes sin embaraço
por aquellas doblas de Calisto (III, 137).
-
el manso boyzuelo trae las perdizes a la
red; el canto de la serena engaña los simples marineros (XI, 72).
saeta:
-
vnos ojos tiene con que echa saetas, (VI, 221).
telaraña:
-
No seas la telaraña, que no muestra su fuerça sino contra
los flacos animales (IV, 183).
El señuelo. El gerifalte del Calisto del AUTO, del todo domesticado,
mansamente aderezado en la percha, se volvió en la COMEDIA neblí perdido,
es decir, çahareño,
por usar la terminología propia de la cetrería y propia de
Rojas. El neblí dejó tras perderse un recuerdo permanente
de su habilidad de cazador, al que no le faltaban ni armas ni astucia;
su presa era impotente para evitar el ardid
y no caer en el señuelo.
De veras que solamente con haber leído a Rojas podría haber
concluido Gil Vicente que La
caza del amor / es de altanería. El amor cortés del Calisto
del Antiguo Auctor, amor de importación provenzal, tras pasar por
la etapa del amor descortés de Pármeno, se hizo, por obra
y gracia de Fernando de Rojas y del Interpolador, amor altanero, amor del
más alto vuelo, amor de la más pura cepa castellana. A todo
buen cazador, si ha de tener éxito, se le exige saber cómo
"seguir el rastro":
rastro:
-
yo les caygo en el rastro, quándo
se veen e cómo, por dónde e a qué hora (XV, 140);
Ha de saber el cazador inteligente cómo valerse para atraer la presa
valiéndose de artificios, siendo el más propio de la altanería el
señuelo:
señuelo:
-
Mayormente estos nouicios, que contra cualquiera
señuelo buelan sin deliberación, sin pensar el daño,
que el ceuo de su desseo trae (III, 128).
El grupo completo de estos artificios de
atracción lo integran anzuelo,
buytrera, ceuo, rastro, señuelo, serena.
-
anzuelo, buitrera, cebo: esta donzella ha
de ser para él ceuo de anzuelo o carne de buytrera, que suelen pagar
bien el escote los que a comerla vienen (XII, 80).
sirena:
-
acuéstate e métete debaxo de la ropa, que paresce serena
(VII, 248).
-
el canto de la serena engaña los simples marineros con su dulçor
(XI, 72).
EL
ARDID.
El
ardid. En la caza se une al elemento de la seducción el del
engaño y el disimulo, el engaño y el disimulo del amor, amor
tramposo y lisonjero, cuyos residuos se deslizan por los bajos y tenebrosos
albañales de nuestro subconsciente:
-
alvañares de asechanças, que
no se parescen, ladrillados por encima con lisonjas (VI, 167).
Bajo estos conceptos se clasifican aquellos
términos que implican una alta dosis de racionalidad, un arte un
tanto sofisticado, que abarca desde el ardid
hasta el halago, con gran
dosis de veneno, (16)como
el de las çaraças o la pozoña
de víboras, incluyendo asechanças,
acechar, astucia, boyzuelo, calderuela, cautela, celada, conjurar, çaraças,
encantador, falacias, falsario, fraude, hechizo, lisonja, maña,
ronces, serpentino azeyte, sofísticos, trama, trayción, vrdir.
Este grupo semántico contiene muchos elementos que algunos comentaristas
de La Celestina han estudiado
separadamente como elementos de magia y brujería; en una visión
integradora, si se ha de admitir magia, será una magia que no representa
un valor supremo, ideológico o estético en Rojas, sino una
faceta más de su gran alegoría venatoria en particular, y
en general de su visión del mundo como caos de contienda; la magia
es un instrumento más, de los más eficaces, de atracción
y captura de la presa.
-
ardid, astucia: todas estas eran mis fuerças,
saber e esfuerço, ardid e ofrecimiento, astucia e solicitud... ¿que
pensará; sino que ay nueuo engaño (IV, 155).
-
!O serpentino azeyte! ¡O blanco filado!
(V, 194).
-
¡O marauillosa astucia! ¡ ¡O cautelosa hembra! (VI, 215).
acechar, acechanza:
-
De día los acechaua, de noche los desterraua (VII, 238).
-
otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados
por encima con lisonjas (IV, 167).
celada:
- yo he descubierto la celada, por hauer más prouecho desta otra
parte, como sofística preuaricadora (IV, 155).
-
sin proueer los engaños e celadas,
se vino a meter por las puertas de tu seguridad (XII, 83).
conjurar:
-
CEL.__ Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad
infernal (III, 148).
-
En hora mala acá vine, si me falta
mi conjuro! (IV, 178).
fraude:
-
¡Fraude ay! ¡Más le querrá dar, que lo dicho!
(IV, 189).
halago:
-
Con tus ronces e halagos hasme robado quanto tengo (V, 132).
hechizo:
-
¡Assí te arrastren, traydora! ¿Tú no sabes qué
es? Haze la vieja falsa sus hechizos (IX, 49).
-
Lo que la vieja traydora con sus pestíferos
hechizos ha rodeado e fecho (XII, 88).
-
SEM.__ No sea ruydo hechizo, que nos quieran
tomar a manos a todos ... assí se suelen dar las çaracas
en pan embueltas (XI, 72).
lisonja:
-
otros alvañares de asechanças, que no se parescen, ladrillados
por encima con lisonjas (IV, 167).
ponzoña:
-
la áspera ponçoña de las bíuoras, de que este
azeyte fue hecho (III, 151).
-
lastimándome tan cruelmente el ponçoñoso
bocado, que la vista de su presencia de aquel cauallero me dio (X, 51).
-
¿Tan mal nomre es el suyo, que en sólo ser nombrado trae
consigo ponçoña su sonido (X, 55).
mañas:
-
Por cierto, tantos e tales loores me han dicho de tus mañas, que
no sé si crea que pedías oración. (IV, 184)
-
onoscía a Celestina e sus mañas. Auisáuate como a
señor (XII, 93).
-
El manso boyzuelo con su blando cencerrar
trae las perdizes a la red ... la serena engaña los simples marineros
(XI, 72).
zaraza:
-
SEM.__ No sea ruydo hechizo, que nos quieran tomar a manos a todos ...
assí se suelen dar las çaracas en pan embueltas (XI, 72).
-
¡O arufianada, muger, e con qué
blanco pan te daua çaraças! (XIX, 175).
LA CAPTURA
La caza (17)
en sí culmina en la captura de la presa, que se consigue por el
uso de las armas propiamente dichas, especialmente el
lazo, las redes, y otros muchos instrumentos. La captura y atadura
de la presa evoca el concepto de la posesión del objeto externo
de la pulsión sexual, el objeto de la agresividad y del instinto
de muerte. Una presa capturada es una presa cazada o pescada:
cazar:
-
Vender vn poco de hilado, con que tengo caçadas más de treynta
de su estado ... e algunas mayores (VI, 210).
-
con la mucha gente que tiene, podrá
caçar a padres e hijos en vna nidada (XI, 73).
pescar:
-
conosciendo ... tus lazos ... e redes, con que pescas nuestras flacas voluntades
(XXI, 209).
En todos estos ejemplos son claras las connotaciones
de actividad agresiva. Aparte de estos verbos más propios, como cazar
o pescar el objeto que
ha de ingerirse y destruirse, encontramos también enclavijar,
asegurar con clavos (sentido fálico), y amanojar,
que es envolver con las manos, en manojos (mano = ma[no]sturbar), objetos
de consumo, la mercaduría:
enclavijar:
-
herida de aquella dorada frecha, que del sonido de tu nombre le tocó,
retorciendo el cuerpo, las manos enclauijadas (VI, 214).
amanojar:
-
Quisieras tú ayer que te traxeran a la primera habla amanojada e
embuelta en su cordón a Melibea, como si houieras embiado por otra
qualquiera mercaduría a la plaça (VIII, 21).
Añádase emplumar
(pluma = pene), que implica --en el hilo de la metáfora pajaril--
haber cazado a la bruja, a la que luego se castigaba, paseándola
disfrazaba de pájaro:
emplumar:
-
venir a manos de aquella trotaconuentos, después de tres vezes emplumada
... Cumpla comigo e emplúmenla la quarta (II, 121).
Entre estos conceptos de captura caben también
los de dejar pasmado e inerte el objeto del deseo, el ave, bien por la
acción de encandilar
--el deslumbramiento amoroso--, o de aojar
--la fascinación:
encandilar:
-
SEM.__ Oluida, señor, vn poco a Melibea e verás la claridad.
Que con la mucha, que en su gesto contemplas, no puedes ver de encandelado,
como perdiz con la calderuela (VIII, 19).
aojar:
-
[Rojas] vn arco para andarte
de casa en casa tirando a páxaros e aojando páxaras a las
ventanas! [Amplía el Interpolador]
Mochachas digo, bouo, de las que saben bolar, que bien me entiendes. Que
no ay mejor alcahuete
-
para ellas que vn arco (COMEDIA y TRATADO
V, 197) (18)
La fantasía de Rojas, vemos claramente,
estaba rellena de plumas. El Interpolador quedó impresionado por
ese mundo de aves y cinegética. (19)
Las garras opresoras del neblí
se ven evocadas en un abundante empleo de términos e imáges
de captura y aprisionamiento, cuyo seso es sexo, que refuerzan admirablemente
el concepto de captura y prisión: el
arremango, las cadenas, el ceñidero, el cordón, el hilado,
los lazos, la pegajosa liga, la malla, los ñudos, las redes, la
telaraña.
arremango:
-
protestando no boluer a casa hasta oyr que eres venida con Melibea en tu
arremango (IX, 36).
cadena:
-
le deuo fidelidad ... que es la mayor cadena, que el amor del seruidor
al seruicio del señor prende (I, 96).
-
Estas son sus armas. Con éstas mata
e vence, con éstas me catiuó, con estas me tiene ligado e
puesto en dura cadena. (VI, 228).
ceñidero:
-
ceñidero de aquella angélica cintura! Yo te veo e no lo creo.
¡O cordón, cordón (VI, 222).
cordón:
-
¡Ay cordón, cordón! Yo te faré traer por fuerça,
si viuo, a la que no quiso darme su buena habla de grado (V, 195).
-
¡O bienauenturado cordón, que
tanto poder ... touiste de ceñir aquel cuerpo ...O ñudos
de mi pasión, vosotros enlazastes mis desseos¡ (VI, 220).
-
¡O mi gloria y ceñidero de aquella
angélica cintura! Yo te veo e no lo creo. ¡O cordón,
cordón (VI, 222).
-
Quisieras tu ayer que te traxeran ... amanojada
e embuelta en su cordón a
-
Melibea (VIII, 21).
-
En mi cordón le lleuaste embuelta
la posesión de mi libertad (X, 61).
hilado:
-
Aquí lleuo vn poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos,
que comigo siempre traygo (III, 139).
-
de que este azeyte fue hecho, con el qual
vnto este hilado: ... e en ello te embueluas (III, 151).
-
E assí confiando en mi mucho poder,
me parto para allá con mi hilado, donde creo te lleuo ya embuelto
(III, 152).
-
CEL.__ Vender vn poco de hilado, con que tengo caçadas más
de treynta de su estado (VI, 210).
ligadura :
-
haz para tus manos e pies vna ligadura de sosiego, para tus ojos vna cobertura
de piedad, para tu lengua vn freno de silencio (X, 56).
nudos:
-
¡O bienauenturado cordón, que tanto poder ... touiste de ceñir
aquel cuerpo ...O ñudos de mi pasión, vosotros enlazastes
mis desseos¡ (VI, 220).
Carnes varias. La caza de la
alegoría rojiana no es el mero deporte o pasatiempo; su finalidad
es, como la del amor, capturar la presa para ingerirla, destruirla, comérsela,
incorporarla, trasformarla y transformarse. La virtud de la alegoría
venatoria no se centra sólo en la vistosidad del neblí, su
señorío, su plácido planeo o su feroz lanzamiento;
es sobre todo su carnivoracidad. Los personajes de Rojas se ven afectados
de una machacona hambre que se afanan por saciar. Abunda la mención
de aves, animales y otros alimentos, en muchísimos casos relacionados
con la ceremonia del banquete (de los 47 casos, hay sólo 3 en el
Auto): anadones, ansarones, aue,
carne, carnero, corderica, cordero, gallina, gallo, gamo, lechones, liebres,
perdiz, pernil, sardina, tocino, tórtolas, truchas, vianda.
-
CEL.__ Tan presto, señora, se va el cordero
como
el carnero
(IV, 170).
-
SEM.__ No digo mal en esto; sino que se eche otra sardina
para
el moço de cauallos, pues tú tienes amiga (VII, 11).
-
anadones, perdizes, tórtolas, perniles
de tocino,
tortas
de trigo, lechones.
Cada qual, como lo recebía de aquellos diezmos de Dios, assí
lo venían luego a registrar, para que comiese
(IX,
46).
-
cierto que esta donzella ha de ser para él ceuo
de
anzuelo o carne de buytrera,
que suelen pagar bien el escote los que a comerla
vienen
(XII, 80).
-
como corderica
mansa
que mama su madre e la ajena, ella con su segurar tomará la vengança
de Calisto (XI, 73).
Otros alimentos. Hay
otros alimentos complementarios (19 casos, ninguno de ellos en el AUTO),
alimentos de extremada dulzura -- miel
y xarope, o la salsa
de amores, o los higos--
cuyo seso es indiscutiblemente sexo; lo es convencionalmente el pan
en la literatura erótica:
-
SOS.__ Para con tal joya quienquiera se ternía
manos; pero con su pan
se la coma, que bien caro le cuesta: dos moços entraron en la salsa
destos amores (XIV, 118).
-
¡O arufianada, muger, e con qué blanco
pan te daua çaraças! Quería vender su cuerpo a
trueco de contienda (XIX, 175).
¡Qué hermosa la cobertura de Rojas! Aquella Celestina, de
joven, comía pan
con corteza, el pan de dureza semejante al del joven y ardiente Pármeno
a quien habla:
-
¡Avn si quisieses auisar a Celestina
en su oficio! Pues quando tú nasciste ya comía yo pan
con corteza (III, 140).
Aquella Celestina, de vieja, ya botas sus
encías, fláccida su vulva, se veía sumida en el lamentable
estado de sentir dentera sin tener dientes; concepto que, para su mayor
relieve, convendrá asociar con nuestras expresiones castellanas
"alargársele a uno los dientes" o "ponerle los dientes largos,"
indicadoras ambas de un deseo muy ardiente. Celestina se veía obligada
a su edad a conformarse con mirar cómo retozaban las jóvenes
parejas a la mesa, a conformarse con el simple sabor
del recuerdo y con las migajas
de los manteles:
-
voyme porque me hazés dentera
con
vuestro besar e retoçar. Que avn el sabor
en
las enzías me quedó:
no le perdí con las muelas
(VI,
260).
-
la vieja Celestina mascará de dentera
con sus botas enzías las migajas
de
los manteles (IX, 40).
Todos los términos --aunque su seso,
como en los demás apartados, no en todos los casos individuales
sea sexo-- contribuyen a alargar y engrandecer la visión global
de los autores de la Tragicomedia,
y sirven como de entremeses o aperitivos que ambientan el espacio y estimulan
el estómago para el manjar principal, la Melibea-ave de la última
cena del huerto. Entre esos alimentos encontramos, además de los
mencionados, tortas, sopa,
col, lechuga, tostada, conserua, pastellera, saluados.
-
Jamás me acosté sin comer vna tostada
en
vino e dos dozenas de soruos
...
tras cada sopa (IV,
173).
-
Todo su rigor traygo conuertido en miel,
su
yra en mansedumbre (VI, 207) .
-
Porque quien la miel
trata,
siempre se le pega dello (IX, 28).
-
dos moços entraron en la salsa
destos
amores (XIV, 118).
-
tostadas e higos
passados
(IX, 32).
-
yo te les daré tan amargo xarope
a
beuer, qual ellos a ti han dado (XV, 142).
EL APETITO CARNAL
El
apetito carnal. El amor cortés se nutría de conceptos
de un mundo utópico de pleitesía, vasallaje y humildad, y
de un mundo religioso de bienaventuranzas y postrimerías; en su
retórica el hombre se renunciaba a sí mismo, se desprendía
de sí para subir y ser asimilado por un poder superior.
¿Quién vido en esta vida
cuerpo glorificado de ningún hombre, como agora el mío? Por
cierto los gloriosos sanctos, que se deleytan en la visión diuina,
no gozan más que yo agora en el acatamiento tuyo. Mas ¡o triste!
que en esto diferimos: que ellos puramente se glorifican sin temor de caer
de tal bienauenturança e yo misto me alegro con recelo del esquiuo
tormento, que tu absencia me ha de causar (I, 32-33).
El amor altanero pertenecía, por
el contrario, a un mundo en el que, en palabras del autor del PROLOGO,
"Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla" (15). El
escenario en que el Antiguo Auctor presenta la declaración de amor
es un espacio onírico, es como una túnica inconsútil,
vestida para entrar en la gloria y alcanzar la unión de bienaventuranza.
La unión que persiguen los personajes de Rojas y el Interpolador,
por el contrario, era la más estrecha unión carnal en el
sentido más directo y más auténtico, en el sentido
más completo e íntimo de la asimilación total mediante
la ingestión. De modo semejante al símil venatorio que se
sostenía en toda una gama de actividades, el símil alimenticio
se estructura en sus varias etapas.
LA
COCINA.
La
cocina. El estudio de la alegoría del amor caníbal nos
va acercando progresivamente a la ceremonia del banquete. Los alimentos,
antes de su ingestión, han de someterse a un proceso culinario,
proceso que en el campo traslaticio de lo romántico representa el
flirtear, pollear o "pelar la pava." Esa preparación de la vianda
es la pretendida por Calisto cuando trataba de quitar
las plumas antes de comer el ave. (20)
Hay pollitas, como se suele decir, duras de pelar, y de esas era Melibea.
He agrupado aquí los diversos elementos que integran, con la
cocina, el escenario del comedor: el bodegón o la taberna, la mesa,
el mantel, la vajilla y los diversos recipientes. Los amantes se reúnen
con frecuencia a comer, en esa cena
que recrea y enamora, como diría de la suya San Juan de la Cruz,
tras haber dado él también a la caza
alcance. La mesa es
un elemento integral de la alegoría alimenticia, del mobiliario
del refectorio del amor. En ella reposan, se echan, una vez preparados,
los alimentos; poner la mesa
es frase proverbial de sentido erótico, como en nuestro chascarrilo
popular:
Teresa, pon la mesa
que viene tu marido
con la pata tiesa
(Garci-Gómez, "La abadesa").
No cabe duda que las situaciones de los
diversos personajes reunidos para comer, con las imágenes de la
vajilla y otros utensilios, y el jugueteo frívolo a la mesa, contribuye
a la edificación de ese mundo de correspondencias entre las varias
actividades gratificantes y placenteras, sean alimenticias, sean amorosas.
Esas correspondencias corren paralelas a lo largo del drama para confluir
al final en el banquete erótico del huerto.
También se entrecruza en la alegoría
culinaria la taberna y el mesón,
con recipientes y utensilios varios. En una intervención de Sempronio,
en el espacio de pocas líneas, a Calisto le aconseja que se aparte
de amar a Melibea, hecho tablilla
de mesón:
-
Más maltratas tú a Calisto,
aconsejando a él lo que para ti huyes, diziendo que se aparte de
amar a Melibea, hecho tablilla
de mesón, que para sí no tiene abrigo e dale a todos
(VIII, 12).
Y a Pármeno, que en el acto anterior
se había acostado con Areusa, le hace notar cómo ya tenía
él también su escudilla:
-
E d′aquí adelante veremos cómo
te has, pues ya tienes tu escudilla
como cada qual (VIII, 12). (21)
Cuando llegó Calisto la primera noche a la puerta del huerto de
Melibea, fue Lucrecia la que a la puerta se acercó y habló
primero con el joven, tras lo cual le aseguró a la señorita
que efectivamente era su amante quien llamaba. Al ruido se despertó
Pleberio, quien preguntó a su hija quien hacía tanto ruido.
Melibea con evocadora inocencia le respondió:
-
Señor, Lucrecia es, que salió
por vn jarro de agua
para mí, que había gran sed
(IX, 92).
Entre los recipientes en La
Celestina encontramos escudilla,
bote, jarro, plato, taza, etc.; (22)
términos son que velan --con buen o mal gusto-- las vergÜenzas
--los recipientes del agua-- y la ansia --hambre y sed. La sed
de Malibea, aunque expresada con mayor delicadeza, no era menos acuciante
que la de aquella madre del libro de Aloisia que decía: Liquidum
ego bibam hominem, algo así "me beberé al hombre hecho
líquido" (Forberg, 234); es digna de notarse su afinidad con nuestra
expresión castellana de "estar potable." Las fantasías del
nuestro bardo popular están atiborradas de recipientes fálicos:
-
Dame el mi moreno la olla al revés:
-
la carne primero y el caldo después
(Alzieu, 266, 28)
Ventura de la Vega recoge una rima que no
deja de tener cierto encanto:
-
Muda de intento, necio: ¡una vaina!
¡una vaina!
-
y deja que tu leche recoja yo en mi taza (Cela, 838)
En la disimulada fantasía del Interpolador
esa taza con leche no es otra que taça
de plata, la taza de la madre de Pármeno, quien jamás
boluía sin ocho o diez gustaduras (lo que a la gran ramera más
le gustaba, y de lo que llevaba un azumbre --dos litros-- en el cuerpo);
era la taza sobre la que le fiaban los hombres dos o tres arrobas:
-
Allá la combidauan, según el amor todos le tenían.
Que jamás boluía sin ocho o diez gostaduras, vn açumbre
en el jarro e otro en
el cuerpo. Ansí le fiauan dos o tres arrobas en vezes, como sobre
vna taça de plata (III,
136).
He aquí otros ejemplos de lugares
y recipientes con los que el lector puede dar pábulo a su imaginación:
-
Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón
de
enfermedades, posada
de
pensamientos (IV, 164).
-
más necessidad tienen los viejos que
los moços, mayormente tú que vas a mesa
puesta
(V, 197).
-
buena tauerna
para comer
e beuer.
¿Qué dirás, loquillo, a todo esto? (VII, 233).
-
Sabe que, como la hez de la tauerna
despide
a los borrachos, así la aduersidad o necessidad al fingido (VIII,
12).
-
Ternemos manera cómo a él no
haga mal lo que dellas comiere e nuestra mesa
esté
como es razón (VIII, 17) .
-
¡Assí! ¡Para assentar
a comer, muy diligente!
¡A mesa
puesta con
tus manos lauadas e poca vergÜença!
-
SEM.__ Después reñiremos; comamos
agora
(IX, 27).
-
porné cabo mí este jarro
e taça,
que
no es más mi vida de quanto con ello hablo (IX, 28).
-
Que con dos jarrillos
destos,
que beua, quando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche
(IX, 28)
-
Mientra a la mesa
estays,
de la cinta arriba todo se perdona. Quando seays aparte, no quiero poner
tassa (IX, 39) .
-
Yo vi, mi amor a esta mesa
... nueue moças de tus días (IX, 43).
-
Alcese la mesa.
Yrnos
hemos a holgar e tú darás respuesta a essa donzella, que
aquí es venida (IX, 48).
-
¿A la cama a dormir o a la cozina
a almorzar?
(XII,
94).
-
Desgreñado viene el vellaco. En alguna tauerna
se
deue hauer rebolcado (XIII, 107).
-
Si yo traya el pan,
ella la carne. Si yo ponía
la mesa,
ella los manteles
(III, 135).
-
las alhajas que tengo es ... vn jarro
desbocado,
vn assador sin punta (XVIII,
166).
LA
BOCA
La
fase oral. El neblí salía, subía y se lanzaba
en busca de su presa (variedad de aves) para asirla, incorporarla, asimilarla,
comiéndosela; de ahí su esencial canibalismo; de ahí
la abundancia de términos en los actos II-XXI (6 en el Auto frente
119 en el resto), unos en sentido directo, otros en sentido figurado y
metafórico, como los relacionados con una actividad bucal, tanto
la operación de comer, como el objeto de la comida, incluyendo la
masticación, la sed, el sabor, o el dulzor, incluso la sensación
de dentera y el ayuno, etc.: asco,
boca, bocado, dentera, dientes, dulçor, enzías, golosa, lengua,
muela, paladar, sabor, sed.
El tono realista que parece reinar en
la COMEDIA y el TRATADO es del todo engañoso. Es un realismo cuyo
seso es sexo. Es como el realismo de las fantasías e imaginaciones
eróticas, ni más objetivas, ni más palpables que la
realidad de esos sueños que requieren, para su aclaración
y su comprensión, la interpretación del psicoanalista. Si
acudimos al psicoanálisis, descubriremos que las fantasías
eróticas de Rojas y del Interpolador pertenecen a la fase oral del
desarrollo de la sexualidad, a la misma fase que pertenecen chuparse el
pulgar, mamar, besar, fumar y ciertos hábitos del comer y beber.
La boca fue en todos nuestra primera zona erotógena, la primera
zona de placer o, como se refleja en nuestra palabra más apropiada,
la primera zona del "gusto," de donde nuestro "me gusta," "no me gusta."
La primera gratificación que sentimos en nuestra vida fue la que
calmó nuestra hambre o nuestra sed. (23)
El ave de presa, las serpientes que a
Melibea le comían el interior de su corazón (X, 52),
(24) la voraz boca de Calisto
y su comida lasciva era cosas tan estupendas como las que habían
dejado atónito y estupefacto al bíblico Agur de Proverbios
(30:18-20):
-
Tres cosas me son estupendas y una cuarta no llego a entenderla: El rastro
del águila en los aires, el rastro de la serpiente sobre la roca,
el rastro de la nave en medio del mar y el rastro del hombre en la doncella.
Este es el obrar de la mujer adúltera: Después de haber comido
se limpia la boca y dice: ′Nada de mal he hecho′.
(25)
¿Se limpiaba la boca? La boca erotizada. Como
en otros casos presento aquí los datos globales de los usos, tanto
propios como figurativos, de los vocablos relacionados con la actividad
bucal, incluyendo las sensaciones, sabor
y dulzor; MELIBEA era
toda ella miel: sabor y dulzor. En los ejemplos me limito a algunos de
los relacionados más de cerca con las fantasías eróticas.
-
No te sabré dezir lo mucho que obra
en ellas aquel dulçor, que
les queda de los primeros besos (III, 138).
-
el canto de las serena
engaña
los simples marineros con su dulçor
(XI, 72).
-
¡O breue deleyte mundano! ¡Cómo
duran poco e cuestan mucho tus dulçores!
(XIV, 123).
-
¡Mal fin ayan vuestros amores, en mal sabor
se
conuiertan vuestros dulces
plazeres!
(XV, 139).
-
Regisvos [los mozos] a sabor
de
paladar. Nunca pensays que os puede faltar esta florezilla de juuentud
(VII, 232).
-
Céuasnos, mundo falso, con
el manjar de tus deleytes;
al mejor sabor nos descubres
el anzuelo: no lo podemos
huyr, que nos tiene ya caçadas
las
voluntades (XXI, 205).
LUCR.__ Alegre es la fuente clara
a quien con gran sed
la
vea;
mas muy más dulce
es
la cara
de Calisto a Melibea (XIX, 178).
-
CAL.__ Vencido me tiene el dulçor
de
tu suaue canto (XIX, 179).
Parece claro que en las fantasías
de nuestros dos escritores, Rojas y el Interpolador, no hay imágenes
eróticas comparables en número o fuerza expresiva con las
relacionadas con la zona oral. Por eso Celestina sabía bien que
Sempronio prefería el sabor
al simple olor:
-
Ya lo veo en ti, que querrías más
estar al sabor, que al olor
deste
negocio (V, 200).
De ahí también que, en correspondencia,
el disgusto y la repulsa se exprese como asco
o vómito:
-
no me viera agora entre dos paredes sola,
que de asco ya no ay quien
me vea (XVII, 154).
-
Por mi alma, reuesar
quiero quanto tengo en el cuerpo, de asco
(IX,
31).
-
Dios me lo demande, si en ayunas
la
topasses, si aquel día pudieses comer de asco
(IX,
32).
Más arriba hemos visto la importancia
de las armas en la alegoría venatoria del amor de altanería,
energizada por las pulsiones de agresividad y muerte. Esa armas de destrucción
del objeto son en la boca los dientes y las muelas. Lo que Calisto quería
de Melibea era que le calmara el dolor de muelas
(26) ( vna
sola muela) que le tenía derribado:
-
Vna oración ... que sabías
de sancta Polonia para el dolor de las muelas
(IV,
181).
-
Agora, señora, tiénele derribado
vna sola muela que jamás
cessa de quexar (IV, 186).
-
Dixe que tu pena era mal de muelas
e
que la palabra, que della quería, era vna oración (VI, 215).
-
ya sabes que lo hizo por amor de Dios, para
guarecer tus muelas (VI, 225).
Comer gallillos con cresta,
roer los huesos, expresiones son que velan, desvelándonos, el ayuntamiento
sexual, vaginal u oral. Nótese este lenguaje de Celestina en una
escena entre Pármeno y Areusa:
-
CEL.-- (a Pármeno) ... Retóçala
en esta cama.
-
AREU.--No será él tan descortés,
que entre en lo vedado sin licencia.
-
CEL.--¿En cortesías e licencias
estás? No espero más aquí yo, fiadora que tú
amanezcas sin dolor e él sin color. Mas como es vn putillo, gallillo,
barbiponiente,
entiendo que en tres noches no se le demude la cresta.
Destos
me mandauan a mi comer
en
mi tiempo los médicos de mi tierra, quando tenía mejores dientes
(VII,
258-59).
Oímos a Celestina relatar cómo
Calisto llevaba ocho días con dolor de muelas, ocho días
hambreando por la pollita Melibea. Ese mal de muelas no era otro que el
popularmente conocido, fuera y dentro de Castilla, como el mal de amores.
(27)
¿Qué muela era ésa sino el falo?
(28) ¿Qué dolor,
sino la pasión? Se le alargan a uno los dientes, cuando desea una
cosa con vehemencia. Ver besar y retozar provocaba dentera en los personajes
de la Tragicomedia:
-
voyme porque me hazés dentera
con
vuestro besar e retoçar. Que avn el sabor
en
las enzías me quedó:
no le perdí con las muelas
(VII,
260).
-
la vieja Celestina mascará de dentera
con
sus botas enzías
las
migajas de los manteles (IX, 40).
-
¿Vida es ésta? ¡Que me
esté yo deshaziendo de dentera
y
ella esquiuándose porque la rueguen! (XIX, 181).
La dentera
como metáfora de la pulsión sexual está metida en
la médula misma de nuestros eufemismos, partiendo de la Biblia.
Apenas si tiene otro sentido que el metafórico aquella creencia
de los israelitas de que "Los padres comieron agraces y los dientes de
los hijos tienen la dentera" (Ezeq. 18:2). Celestina, con la picardía
de la sabia por antonomasia del pueblo castellano, le dijo muy claro a
Melibea que era vna sola muela
la que le dolía. Era esa sola muela el centro radiador de la pasión
carnal, el dolor, el ansia y la pulsiones del sexo que el triste mancebo
trataría de aliviar ciñéndose --mordiendo, quizás--
el cordón --cinturón de castidad--
(29) de su amada en la soledad
de la alcoba; era el dolor que no curaría hasta clavarle el diente
--su dolorida muela-- al ave, masticarla, comérsela por fin en el
huerto.
AMAR
ES COMER.
Amar
es comer. La represión sexual ha impedido la formación
y el desarrollo de un lenguaje directo con que expresar el amor. Se nos
dijo hace mucho tiempo que el género humano fue castigado porque
sus primeros padres comieron una fruta sabrosa, fruta prohibida; una manzana,
creen algunos, y de ahí que muchos en Hispanoamérica, inspirados
en la expresión inglesa Adam′s
apple, designen como "manzana" la "nuez" de los hombres. También
las nueces se comen, y se atragantan. ¡Y aquella Manzana de la Discordia!
Paris fue el encargado de adjudicar la "manzana de oro" a la más
bella de las diosas que ante él desfilaban desnudas. Juno le prometió
al juez un reino; Minerva, gloria militar; Venus le prometió amor
y pasión; fue ésta quien se llevó el premio. Fuera
manzana la fruta prohibida, fueran uvas agraces, creía el pueblo
de Israel, y se hizo creer a toda nuestra civilización, que el efecto
de la ingestión de esa fruta fue lamentabilísimo para toda
la humanidad. De ahí procedió el pecado original de herencia
universal. De la masticación de esa fruta de Adán, fruta
agraz, procedía esa dentera con que todos sus hijos nacían.
Ese comer de Adán y Eva fue una acción tan reprobable y nefanda
que, tras la comida, se les "abrieron sus ojos y, viendo que estaban desnudos,
cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones" (Gén
3, 7).
Movidos del pudor, cubrieron nuestros
antepasados sus genitales, ocultando a la vista su apariencia y a los oídos
su apelativo. Relacionado con el semen, tenemos en catellano escupido, dicho de una persona
q ue tiene mucho parecido con alguno de sus ascendientes directos; equivalente a la expresión inglesa,
muy usada, spitting image. Con los apelativos, no se mermó
la potencia de tales órganos, pero se dejó de ver su realidad
y se dejó de oír su nombre propio. Se velaron celosamente
los orificios inferiores de nuestro tronco, pene, vulva y ano, y se imposibilitó
su cándida exposición a la mirada y la mención sin
ambages en la conversación. Al comienzo de este apartado aludí
al arte de esos espacios que el genio de poeta deja vacíos para
que rellene el lector. A todos los lectores de habla hispana nos han intrigado,
incitándonos a rellenarlos, tantos huequecitos que encontramos en
tantos de nuestros romances. Que el lector los rellene en este delicioso Romance
de Don Tristán;
Tan malo está don Tristán, que a Dios quiere dar el alma.
Valo a ver la reina Iseo, la su linda enamorada,
cubierta de un paño negro que de luto se llamaba.
Viéndole tan mal parado, dice así la triste dama:
--Quien vos hirió, don Tristán, heridas tenga de rabia,
que no hallase maestro que sopiese de sanallas.--
Tanto están de boca en boca como una misa rezada.
Llora el uno, llora el otro, toda la cama se baña.
El agua que de ellos sale una azucena regaba;
toda mujer que la bebe luego se siente preñada.
Así hice yo, mezquina, por la mi ventura mala.
Con la censura y la prohibición del
nombre propio de los genitales y sus operaciones, se le abrieron las puertas
a la fantasía del bardo y a las fantasías de su público.
Se evitó, sí, el apelativo propio, para provocar la referencia
a esas partes y sus operaciones con una inmensa multitud de nombres traslaticios,
de imágenes y símbolos. El escritor se volvió sutil
en su expresión y el falo fue representado en sus fantasías
y las de su público por una azucena --como en el romance--, un caracol
o, en la fantasías favoritas de Rojas y del Interpolador, como hemos
visto, un pájaro. De las operaciones del amor, en la conversación
de buen gusto, no se puede o no se debe hablar, si no es con circunlocuciones
y eufemismos, con metáforas y símbolos. Los órganos
del amor quedan desplazados y sustituidos por otros órganos del
cuerpo, cuyas operaciones reemplazan a su vez a las de aquéllos.
En La lozana andaluza
oiríamos un típico desplazamiento de los genitales al pie
en la burda lengua de SagÜeso: "esta mañana me la hollé"
[=follé] (Mamo. 52). (30)
Véase como se evita la vulgaridad
de "hollar" en este eufemismo de comer
del fanfarrón Centurio:
-
CENT.__ Pues sea assí. Embiémosle
a comer [follar] al infierno
sin confessión (XVIII, 168).
En la infancia experimentamos que el beber,
cuando teníamos sed, era un placer sin igual; de una hermosa hembra
dijimos, ya adultos y sedientos: está muy
potable. Experimentamos también que no había insatisfacción
más grande que la del hambre; más tarde, ya adultos y hambrientos,
de uno que fracasaba amorosamente dijimos: no
se come una rosca. Experimentamos también en nuestra niñez
que no existía gratificación comparable con la de comer;
más tarde, de adultos, notamos la gran gratificación en hacer
el amor, en saciar lo que se conocía como el apetito carnal: ergo
hacer el amor --saciarle-- era como comer. De ahí que comer sea
copular (Cela I, 298).
Entre las circunlocuciones del amor la
más convencional es la relacionada con aquella primera y permanente
zona erotógena: la zona oral. En el desarrollo de la sexualidad
el placer erótico de la estimulación de los labios, la lengua,
las encías, los dientes y el paladar se extiende al gusto de la
comida, la ingestión y la incorporación de objetos; cuando
los objetos que deseamos comer, incorporar, pertenecen a nuestra misma
especie, cabe denominar al fenómeno canibalismo; de ahí las
referencias al amor caníbal de las parejas neblí-ave o Calisto-Melibea.
Cuando exclamamos: "¡Qué niño tan rico! ¡Que
te como!," no expresamos otra cosa que el amor como deseo de la comunión,
que es el más íntimo de los acercamientos, que es la más
alta realización de la internalización, de la identificación
con el objeto de nuestro apetito. Comer
está tan metido en la médula de nuestras expresiones sexuales
traslaticias que al universal apetito,
se añadió la más peculiar comezón
(Cela I, 300). La comezón
por boca de serpientes era lo que sentía Melibea:
-
MELIB.__ Madre mia, que comen
este
coraçón serpientes dentro de mi cuerpo (X, 52).
El rey Rodrigo parece que lo que mas sentía
es que le comieran los sapos, las culebras y los lagartos por donde él
más pecado (¿comido?) había, según recoge Cervantes
( Don Quijote II, cap. 33):
-
un romance hay que dice, que metieron al
rey Rodrigo vivo, vivo, en una tumba llena de sapos, culebras y lagartos,
y ... de allí a dos días dijo el rey desde dentro de la tumba,
con voz doliente y baja:
-
Ya me comen, ya me comen / por do más
pecado había. (31)
No cabe duda que el amor como apetito carnal,
o comezón, era más abundante en el corazón de Rojas
y del Interpolador que lo había sido en el del Antiguo Auctor. Nos
hablaban los continuadores de unos personajes con un abundante vocabulario
bucal en el que, como en el ordinario de nuestro pueblo, se concentran
emociones de amor u odio ( ¡qué
rico!, sorber el seso, no tragar a alguien, atragantársele a uno),
con unas vidas en las que el amor se concibe como orgía, hasta el
punto de configurar sus conversaciones casuales; abundan las referencias
a comer, con los afines
cebar, mascar, roer, beber,
etc., sin excluir el privativo ayunar e incluso el contrario reuesar.
(32)
Integran este grupo 141 casos de los que sólo 6 pertenecen al
Auto: ahíto, almorzar,
apetito, ayunar, ayunas, beuer, ceuar, colación, comer, comida,
engullir, gana, hambre, mama, mascará, merendar, rebentar, reuesar,
roer, soruos, tragar:
-
CEL.-- ... ¡Los huessos, que yo roy,
piensa
este necio de tu amo de darme a comer!
(I, 91).
-
para comer
e beuer,
para
negociar amores, juntos de compañía (I, 105).
-
Juntas comíamos,
juntas
dormíamos, juntas auíamos nuestros solazes, nuestros plazeres
(III, 134).
-
Pues quando tú nasciste ya comía
yo
pan con corteza (III, 140).
-
allí verás callar todos los
otros trabajos, quando sobra la gana
e
falta la prouisión (IV, 166).
-
que me suelo estar vno e dos días
negociando encomiendas agenas ayuna
(IV,
172).
-
¿Pues las aues? Ninguna cosa el gallo come,
que
no participe e llame las gallinas a comer dello (IV, 176).
-
Destos [gallillos] me mandauan a mi comer
en
mi tiempo los médicos de mi tierra, quando tenía mejores dientes
(VII,
259).
-
A comer
la
combidé para casa de Celestina e, si te plaze, vamos todos allá
(VIII, 15).
-
Comamos e holguemos, que nuestro amo
ayunará por todos (VII, 16).
-
Que con dos jarrillos destos, que beua,
quando
me quiero acostar, no siento frío en toda la noche (IX, 28).
-
¡Mal prouecho te haga lo que comes!,
tal
me has dado. Por mi alma, reuesar
quiero
quanto tengo en el cuerpo, de asco
de
oyrte llamar aquella gentil (IX, 31).
-
a rogar a Dios que te dé gracia, que
puedas bien roer
los huessos
destos pollos (IX, 36).
-
la vieja Celestina mascará
de
dentera con sus botas enzías las migajas
de
los manteles (IX, 40).
-
MELIB.__ Madre mia, que comen
este
coraçón serpientes dentro de mi cuerpo (X, 52).
-
SEM.__ Abrenos a Pármeno e Sempronio,
que nos venimos acá almorzar
contigo
(XII, 95).
-
Céuasnos, mundo falso, con
el manjar de tus deleytes;
al mejor sabor nos descubres el anzuelo (XXI, 205).
-
descubrirle mill secretos de su liuiano e
desuariado apetito (IV, 209).
-
como corderica mansa que mama
su
madre e la ajena (XI, 73).
-
Después a él e a su amo haré reuessar
el
plazer comido (XV, 141).
Si hay un germen de este amor caníbal
en el Acto I, en la retórica de Calisto o en el lenguaje de los
otros personajes, yo no he podido apreciarlo. La pequeña y esporádica
alusión, como en ¡Los
huessos, que yo roy, piensa este necio de tu amo de darme a comer!
(I, 91), vendría ser como un granito de mostaza del que difícilmente
podría esperarse tan frondosa selva. El germen verdadero no aparecería
hasta la intervención de Rojas, en el acto II, en aquel neblí
perdido que atesoraba en sí una poderosísima virtud sacramental
que imprimiría en la acción total del drama un carácter
indeleble: (33)
toda la obra de Rojas se siente traspasada
por su garra depredadora y su omnímoda hambre de carne, la cual
afectaba a todos los personajes, a los que mantenía presos en redes,
engaños y asechanzas, ora fueran los verdugos, ora las víctimas
de sus primitivos instintos y sus indisciplinadas pasiones. La voracidad
del neblí seguiría latiendo con ritmo ininterrumpido a lo
largo de la Tragicomedia
bajo la cobertura de las múltiples y variadas imágenes venatorias.
La metáfora de la voracidad del ave, con todo su esplendor, quedaría
eclipsada por la realidad dramática, la de la carnivoracidad de
los personajes. (34)
El Calisto del Antiguo Auctor sublimó a Melibea en el sueño
de la primera escena; el de Rojas la seguía idealizando en sus horas
de vigilia; el del Interpolador terminó por canibalizarla en la
última cena del huerto. En el amor cortés alejaba, alienaba
a la mujer al endiosarla; consistía en la sublimación de
una fantasía; su lenguaje estaba repleto de verbosidad beatífica,
sucedánea, producto de regurgitación teologal. El amante
cortés buscaba el sentimiento de omnipotencia, omnipotencia que
él pretendía lograr al ser absorbido por un ser superior,
divino. A Rojas le hacía vibrar una estética diametralmente
opuesta, una estética que arrancaba de un concepto del amor de internalización.
El amante altanero buscaba con no menos ansiedad que el cortesano el sentimiento
de omnipotencia, pero aquél quería lograrla mediante la conquista
y la ingestión del objeto amado: asimilarle y ser por él
asimilado. (ver Carl Jung, El
hombre, 142-43, sobre los ritos dionisíacos.
Si el amor cortés giraba sobre
abstracciones teológicas, al altanero se cimentaba en las más
auténticas imágenes del ritual cristiano; se nutría
su retórica de un lenguaje auténticamente entrañable,
genuinamente conmovedor. Nada más conmovedor, atormentador, misterioso
y trascendental en la cultura hebreo-cristiana que la leyenda de Adán
que come del fruto prohibido. ¿Qué fruto sería ése
con que se atragantó nuestro primer padre? Por la boca entró
el pecado en la primera comida del Paraíso Terrenal. Eso en el Viejo
Testamento. En el Nuevo, la originalidad del cristianismo, su identidad
cultural como fenómeno religioso social, su emblema, era el amor;
amor cuyo signo exterior, portador de la gracia, no era otro que el ágape,
la comunión. Por la boca, por la que había entrado el primer
pecado, se dio entrada a la redención en la Ultima Cena, se dio
entrada al propio Redentor. Comed
mi cuero y bebed mi sangre,
era el lenguaje, era la práctica, era la herencia, es más,
el mandamiento de Cristo, el mandamiento de su iglesia. En el comer amoroso,
en la cena que recrea y enamora,
se expresaba al máximo la sensación y el deseo de ese amor
que tanto quiere a su objeto que quiere hacerse carne de su carne, sangre
de su sangre: llegar al máximo grado de identificación.
Mucho antes que Freud hablara del concepto
de internalización que expresan los símbolos de los alimentos
--el comer, el beber y el gustar--, había escrito San Juan, el discípulo
amado, un fenomenal tratadito de amor cristiano en el capítulo sexto
de su evangelio, que revolucionó la cultura y la praxis religiosa
de la humanidad. La nueva práctica era tan innovadora y extraña
que un sector judío, reacio a reconocer al Mesías, se escandalizaría
de las palabras de Jesús:
-
Disputaban entre sí los judíos,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Jesús les dijo: ... El que come mi carne y bebe mi sangre está
en mí y yo en él (6:52,56).
Que no diga nadie que el comer no es el supremo
y necesario signo del amor entre cristianos; que no niegue nadie que sea
el comer una señal de amor de raíz más evangélica
que la visión beatífica. Ninguna otra función corporal
expresa mejor esa internalización --"está en mí y
yo en él"-- del objeto amado que su ingestión. Como contraposición
expresaba el mismo San Juan el odio, el rechazo de Dios, con la imagen
del vómito, en el Apocalipsis:
-
Porque no eres tibio y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte
de mi boca" (3:16).
A Jesucristo, recuérdese, le escupían
sus enemigos como expresión del mayor escarnio.
La atracción y el rechazo se acrisolan
en dos de nuestras expresiones castellanas, de gran fuerza por sus inseparables
repercusiones gástricas: "gustar" y "dar asco." Mediante la ingestión
se expresaba de la mejor manera la unión y la identificación
de amante y amado. Jesucristo, Dios, en la Ultima Cena invitó a
todos sus adoradores a comer su Cuerpo y beber su Sangre: "Comed y bebed
todos." En la gran festividad del ágape de amor cristiano, fiesta
de precepto, uno de los jueves que relumbran más que el sol, el
día del Corpus, se lee en el himno al Panis
Angelicus:
-
¡Qué cosa tan admirable!, que un pobre y humilde siervo pueda
comer a su Señor.
No es extraño que se escandalizaran
de esa comida, de ese ágape, los que no creían en Jesús
o, mejor dicho, los que no le amaban. Los que en él creían,
le adoraban y le amaban, le comían.
El máximo signo de ortodoxia del
cristiano era el de creer en Dios, esperar en Dios y amar a Dios. El primer
Calisto, en el paroxismo de su amor al estilo cortesano, en vez de cristiano,
se proclamó melibeo:
-
SEM.__ ¿Tú no eres cristiano?
-
CAL.__ ¿Yo? Melibeo só e a
Melibea adoro e en Melibea creo e a Melibea amo (I, 41).
El máximo signo del amor del cristiano
consistía en la unión con Cristo, mediante la ingestión
de su Dios; el máximo signo del amor del maduro melibeo consistiría
en la unión con Melibea, mediante la ingestión de su diosa;
"parece," comentaba Ciriaco Morón-Arroyo sobre la última
escena del huerto, "como si Calisto viera la fusión sexual con Melibea
como una comunión cristiana" (49):
CAL.-- Señora, el que quiere comer el aue, quita primero las
plumas (XIX, 181).
Unas líneas más abajo oirímos
reaccionar a Melibea:
-
MELIB.__ Señor, yo soy la que gozo,
yo la que gano; tú, señor, el que me hazes con tu visitación
incomparable merced (XIX, 182).
"Melibea recibe la penetración de
Calisto como la entrada de la hostia en el alma piadosa" (49), añadía
en su comentario Morón-Arroyo, quien por caminos muy distintos,
parece haber venido a parar donde yo paro. Aquella Melibea que arrojó
de su presencia como torpe
al que quiso adorarla como diosa --amor cortés--, que no pasaba
más allá de comérsela con los ojos, se goza de ser
devorada como ave desplumada --amor altanero. El Calisto de la primera
escena, cortés, divinizó a su amada para, en visión
de alma beatificada, identificarse con ella -- Melibeo
so--, y adquirir así el anhelado sentimiento de omnipotencia.
El Calisto de la última cena, neblí, brutaliza a Melibea
para, en agresión de animal hambriento, canibalizarla, interiorizarla,
transformar en sí el objeto de su libido y ser por él transformado.
Amor tan altanero el de Calisto como el de Melibea.
N O T A S
1
Para mayor documentación sobre este tema, particularmente con relación
a la disparidad de empleo entre los tres autores, véase mi obra Tres
autores en "La Celestina."
2 Laplanche define así "canibalístico":
"Término utilizado para calificar las relaciones de objeto y las
fantasías correlativas a la actividad oral, aludiendo al canibalismo
practicado por ciertas poblaciones. La palabra expresa, en forma figurada,
las distintas dimensiones de la incorporación oral: amor, destrucción,
conservación en el interior de sí mismo y apropiación
de las cualidades del objeto" (48). Para los psicoanalistas mamar --la
mayor expresión de amor en el infante-- es una especie de canibalización
de la madre (comentarios y bibliografía en G. Devereux, Dreams
193). Una imagen de esta canibalización nos la da también
el Interpolador que intercambia "mamar" y "caçar": Assí
como corderica mansa que mama su madre e la ajena, ella con su segurar
tomará la vengança de Calisto en todos nosotros, de manera
que, con la mucha gente que tiene, podrá caçar a padres e
hijos en vna nidada (XI, 73).
3 Habrá que tomar como irónico
el juicio de Marciales: "Frase de un amor completamente espiritual" (II,
248n). C. Morón-Arroyo la caracteriza como "frase canallesca" (49),
en cuyo sentido diríamos que el amor cortés devino canallesco,
es decir, Calisto se volvió un canalla, un mal bicho. Siglos más
tarde, en la literatura española, seguirían los ecos del
ave y el amor caníbal, con un canibalismo sublimado por el sinigual
estilo de García Lorca: Thamar
estaba soñando / pájaros en su garganta ("Thamar y Amnón")
y me buscas como cuando te
quieres comer una paloma, que le dice Yerma a Juan (Obras
completas 1259). Ver "pájaro" en C. J. Cela. Comentando sobre
la selección de vocablos en el sueño de Menelaos comentaba
G. Devereux cómo la selección de la palabra, que puede a
veces no corresponderse con la realidad, nos revela la disposición
de ánimo del hablante, su reacción ante la realidad (Dreams
117), y nos refiere la anécdota de una joven que se lamentaba de
que su amante, esquizofrénico y deprimido, manoseaba su cuerpo como
si se tratase de un trozo de carne ("meat" not
flesh). En uno de los comentarios de Rougemont, a los que hice alusión
más arriba, se lee que cuando a la mujer se la considera a par con
el hombre deja de constituir el colmo de sus aspiraciones, pero al mismo
tiempo se la libra del bestial abatimiento que más tarde o más
temprano ha de ser el precio de haber divinizado a una criatura (313).
El "ave" por antonomasia es la pollita. Recuérdese que la asociación
de ′mocita′ con ′polla′ (no por otra virtud, quizá, que la de estimular
ambas el apetito) data, según Cela, de 754 (Diccionario,
II, 742, donde se explican otras acepciones).
4 Los psicoanlistas ha hablado de la genitalización del ojo y de la ecuación inconsciente
mirar=comer, como dos formas de introyección (O. Fenichel 208, 227).
Los que gusten de estas teorías no podrán menos de admirar
la realización artística de esa ecuación en La
Celestina.
5 G. Devereux habla de los casos de hombres que han saciado sus necesidades libidinosas con depravadas rameras
por haberse sentido impotentes con sus esposas a las que han idealizado sobre manera (Dreams .. 136, n296, con la referencia al estudiode S. Freud Ön the Universal Tendency of
debasement in the Sphere of Love") . Sin duda que la explicación
de los psicoanalistas es mucho más interesante que la de aquellos
que creen "ironía" literaria que el amante cortesano ame sexualmente
sin llegar al coito (J. F. Benton, en F. Newman, The
meaning 28).
6 El Calisto de la primera escena iba a la iglesia para ofrecer a Dios seruicio,
sacrificio, deuoción e obras pías; Pármeno se
expresaría de esta manera ante Celestina: fue
a la maldición, echando fuego, desesperado, perdido, medio loco
a missa a la Magdalena, a rogar a Dios que te dé gracia, que puedas
bien roer los huessos destos pollos e protestando no boluer a casa hasta
oyr que eres venida con Melibea en tu arremango (IX:36).
7
Mientras que la CARTA pudiera muy bien ser del autor de la Comedia,
el PROLOGO no cabe duda que es del autor de las Interpolaciones, según
se deduce de su regusto en enumerar lo más sobresaliente de la lucha
entre los diversos seres de la naturaleza (ver J. Stamm 24). La inspiración
inmediata del Interpolador arranca de Rojas, adornando aquí su estilo
con frases proverbiales de Heráclito y Petrarca.
8 Quizás este mundo de referencias
está también relacionado con la concepción del amor
cortés, propio sólo de espíritus nobles. Para Andreas
Capellanus el "amor natural," como el de los caballos y las mulas, era
propio de los plebeyos (Bumke 375).
La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la Tragicomedia;
a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos y conceptos
desconocidos al Antiguo Auctor: agÜeros,
bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma,
plumas (16 casos).
10 G. Devereux dice que la mordida de una serpiente significa la defloración (Dreams
193). Ver en C. J. Cela (Enciclopedia
I, 218 y IV, 1061) las voces "bicha," "boa," "serpiente" y "sierpe." S.
Freud consideraba la serpiente como uno de los símbolos más
importantes del inconsciente por el órgano sexual masculino (más
sobre esto en E. Gutheil).
11
Sobre armar,
arma y armadura y
su simbolismo fálico, véanse las voces en C. J. Cela, donde
se ofrecen interesantes ejemplos y bibliografía.
12 "Todas las complicadas maquinarias y aparatos de los sueños
son, probablemente, genitales --casi siempre
masculinos--, en cuya descripción muestra el simbolismo onírico
tan inagotable riqueza como chistoso ingenio. Las armas y herramientas
más diversas --arados, martillos, pistolas, revólveres, puñales,
sables, etc.-- son también empleados como símbolos del miembro
masculino" (La interpretación
2, 194).
13 Llaga,
en singular y plural, aparece 3 veces en el AUTO, 16 en la COMEDIA, y
1 en el TRATADO. En Rojas aparece en contextos eróticos en la proximidad
de lafrecha, o del caxquillo
... en su aguda punta (VI, 224), incluso en la proximidad de una flor
cuyo nombre era, según Celestina, Calisto: Que,
quando el alto Dios da la llaga, tras ella embía el remedio. Mayormente
que sé yo al mundo nascida vna flor que de todo esto te dé
libre (X, 60).
14
En La Celestina hay 72
referencias a las armas, de las que sólo se encuentran dos casos
en el AUTO. Remito al lector mi estudio interpretativo del
pasaje del ximio y el cuchillo
15 García Lorca sabe asociar
en su incomparable, condensado, estilo el sexo, la garganta, el pájaro
y la red:
-
Su sexo tiempla enredado
como pájaro entre zarzas.
-
Martiro
de Santa Olalla 387.
16 G. Devereux relaciona veneno con semen al referirse al sentido fálico de serpiente en los sueños
de la tragedia griega (Dreams
175. Compárese con la referencia de Pármeno a su "cola de
alacrán," sobre lo que apostilla Celestina: la
tuya hincha por nueue meses (I:96).
17 La casa era metáfora
convencional de la búsqueda erótica. En las letras descocadas
se hace referencias a la caza del hurón: "Pues hago′s saber que
esse hurón no sabe cazar en esta floresta" (La
lozana Andaluza, Mamo. 14, 71); "y con el gran calor de allá
debajo / seis veces fue el hurón a buscar caza" (P. Alzieu núm.
44).
18 En este pasaje se nota la labor del Interpolador con su tendencia a ampliar y explicar el texto;
quería el segundo continuador que el lector se fijara bien, comprendiera
en lo debido, hasta qué punto había él mismo captado
el sentido de la metáfora de la caza (arco
= alcahuetepáxaras = mochachas)
que había esbozado Rojas.
19
La imaginería de las aves es de gran predominio a lo largo de la
COMEDIA y el TRATADO; a su enriquecimiento contribuyen todos estos términos
y conceptos, del todo ausentes en el Auto: agÜeros,
bolar, buche, buela, buelan, emplumada, emplúmenla, nidada, pluma,
plumas (16 casos).
20 Góngora habla de las
"desplumadas delicias de el paxaro": Io
le ofrezco en su muslo / Desplumadas la delicias / De el páxaro
de Catulo (II, 299).
21 Compárese con esta
letrilla erótica:
-
ó
la niña
-
22
Estos son los 54 términos controlados y distribuidos entre los tres
autores de La Celestina
--sólo un caso en el AUTO: asadores,
bodegones, bote, cuero, cozina, escudilla, lienço, mesa, manteles,
jarrillo, jarro, mesón, migajas, plato, sartén, tauerna,
taça, tinagica.
23
Cae fuera del propósito de estos datos teorizar sobre el psicoanálisis.
El lector encontrará muy útil la obra la obra de O. Fenichel,
62 y 690.
24 Constantino el Africano, en su tratado De melancoliaDe melancolia,
muy conocido entre los medievales, habla de las personas que tienen la
imaginación y la razón corrompidas, y refiere cómo
Galeno atestiguaba haber visto a una mujer que padecía pensando
tener serpientes en su vientre (Alii
corruptam habent imaginationem / et ratinem. sicut quaedam passa est in
ventre habere autumans / serpentes. quam Galienus se vidisse testatur,
en Della melancolia, trad.a
cura di M. T. Malato - U. de Martini. Roma, 1959, pág. 61.)
25
Sobre la relación amor-comer-beber en contextos religiosos puede
serle de interés al lector la información y documentación
de Huizinga.
26 Desde el punto de vista psicoanalítico
el dolor de muelas puede explicarse como desplazamiento de una emoción
de autoreprensión (S. Freud, Standard Edition, II, 179). A lo largo
de la obra es un motivo incesante el de un Calisto embargado por el sentimiento
de inferioridad e indignidad.
27
En el diario madrileño YA
(21 de abril, 1984) apareció una curiosa nota de J. M. Bermejo sobre
"Los presuntos restos de Juan de Mena ...", en la que decía: "El
hombre cuyos restos hemos examinado debió sufrir mucho de los dientes
y padecer frecuentes dolores de muelas. Tras examinar el maxilar superior
derecho --el único que se conserva-- se puede asegurar que el hombre
a quien corresponde perdió al menos tres molares a causa de caries
y posibles abscesos alveolodentarios. Cabe recordar que al dolor de muelas
se le conoce popularmente como "mal de amores." Por la biografía
del poeta, sabemos que Juan de Mena se casó dos veces y escribió
mucha poesía amorosa dirigida a un ideal femenino por influencia
de la poesía italiana de la época." Sobre el simbolismo sexual
del dolor de muelas puede consultarse también M. D. Legge. Marcial
hace referencia al dolor de dientes en un pasaje erótico (XI, 41;
citado en Forberg, 242). S. Freud hace mención de cómo la
castración suele representarse simbólicamente por la "extracción
o caída de una muela" (La
interpretación 2, 195).
28 La expresión "sacarse
una muela" --que duele-- significa en el habla vulgar, recogida en la poesía
erótica,futuere, como
indica P. Alzieu 172, n.9).
29 Con la entrega del cordón
--cinturón de castidad-- a Calisto se representaba, en esa polifonía
de acepciones fálicas, la renuncia de Melibea a la castidad y su
disposición a entregarse a su amante. Véase el interesante
artículo sobre "cinturón de castidad′ en C. J. Cela. También
convendrá recordar que en La
lozana andaluza se equipara "cordón" y "cojón" (Mamo.
26, 110; ver C. J. Cela, I, 325).
30
Sobre el desplazamiento de los genitales al pie en la tradición
literaria y folclórica intercultural, véase mi artículo
"La abadesa embargada por el pie."
31 No se ha podido localizar este romance en la tradición escrita. El romance que ha llegado
hasta nosotros dice:
-
ó el buen rey
Rodrigo: / la culebra me comía;
-
ómeme ya por la parte
/ que todo lo merecía,
- por donde fue el principio / de la mi muy gran desdicha
Primavera
I, 7
32
Paralela a la tradición religiosa de la comunión ("comer
a Dios") y el ayuno, corre la profana y folclórica del lobo de Caperucita,
con los dientes largos: Para
comerte. También las canciones de gran popularidad, como aquella
más antigua "Muérdeme, morenita" y la del gran éxito
de 1990, "Devórame otra vez." Morder
(5 ejemplos), aparece en el Antiguo Auctor con connotaciones sexuales,
3 veces, frente a ninguna en COMEDIA (caso muy excepcional) y 2 en el Interpolador,
con la proporción 45%, -64%, 19%, respectivamente:morder,
muerde, mordían, mordido, mordió (5): AUTO 1:85, 96,
107; TRATADO 4:176; 14:115.
-
¡Como cola de
alacrán!
-
muerde
sin hinchar e la tuya hincha por nueue meses.
-
¡Hy! ¡hy!
¡hy ! (I, 96).
-
é,
assí la besé, assí me mordió,
assí la abracé, assí se allegó
-
vorare, devorare
(oculis devorantibus = devorar
con los ojos), y la alusión al llamado convivium
culi y a las prácticas de los "cunnilinguos" (los de lingua
futurix, impura, moecha, mala; ver voces latinas en Forberg, las castellanas
en C. J. Cela).
33 Quizá debiera anotar
que de acuerdo con ciertas teorías psicoanalíticas hay un
germen de inpulsos canibalísticos en la renuncia del melancólico
Calisto a comer; según A. Abraham responde tal renuncia a la tendencia
del meláncólico a castigarse a sí mismo, por sus impulsos
canibalísticos ("Development of the libido," en Selected
Papers 448).
- CALISTO__ . ...Ni comeré hasta
entonces; avnque primero sean los cauallos de Febo apacentados en
aquellos verdes prados, que suelen, quando han dado fin a su jornada.
-
SEMPRONIO __ Dexa, señor,
essos rodeos, dexa essas poesías, que no es habla conueniente la
que a todos no es común, la que todos no participan, la que pocos
entienden. Di: avnque se pond el sol, e sabrán todos o que dizes. E come alguna conserua, con que tanto esacio de tiempo te sostengas (II, 22)
34 Tras haber hecho un recorrido a través de la Tragicomedia
y visto sus múltiples pasajes y referencias al mundo de la caza, apenas
si comprendemos aquel aserto de M. R. Lida, de que "aparte del gerifalte
... nadie vuelve a acordarse de la cetrería de Calisto" (201). Sobre
el motivo de la caza como preámbulo a la aventura amorosa --repito
la información anterior-- cfr. D. Devoto. Para mayor ampliación
del tema y bibliografía, cf. G. Armistead y J. H. Silverman.
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